domingo, 25 de enero de 2009

EN EL SILENCIO DEL AMANECER

Cada amanecer es un encuentro con el silencio. La paz de la mañana es una alfombra de silencios sobre el paisaje de mi contemplación. Paseo por las calles solitarias del pueblo escuchando el silencio. Veo la plaza abierta, llena de silencios. Me acerco al Barrio Viejo y el silencio parece acariciar las briznas de hierba, plateadas por el rocio del alba. En la orilla del pueblo hay un campo extenso de silencios.

Y, de pronto, despierta el rumor del paisaje mientras la tímida luz comienza a recortarse entre los cerros. Los pájaros se atreven a cantar y sus trinos van llenando la mañana como campanillas de luz colgadas del aire. Un burro emite su rebuzno, ronco y sonoro. Se oyen, entre jaras, las esquilas de las cabras, los impacientes balidos de las ovejas , los plañideros mugidos de las vacas. De los corrales cercanos se despereza, orgulloso, el altanero canto del gallo, mientras la luz de la mañana se extiende por los pequeños valles y montes del entorno rural. Comienza la armonia de la vida. El silencio de la noche dió paso solemne a la voz del nuevo día.

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