domingo, 16 de junio de 2013

EL ARBOL DE MI PUEBLO



 

Naci a la vida en un pueblo sencillo, pequeño,  abierto a la luz; pueblo que vino de Castilla y se hizo Extremadura. Corri, de niño, por calles de piedra, entre la penumbra de mi amanecer; jugando a los indios en las chumberas de San Blas vestido de “panes y quesitos”,  soñando fiestas de quintos en los últimos días de diciembre, o esquivando "toros" en la plaza después de San Ramon.
El entorno eran casas blanqueadas de cal, con puertas abiertas y mujeres de luto, tertulias nocturnas en las noches de verano y novios que pasaban a la ronda. Campanario con sombrero de nido de cigüeñas, adornado con la última luz del atardecer. Noches de agosto con techo de estrellas, cama de paja y manta de tiras. Cuaderno, enciclopedia, pizarra, campo y juegos en los días de escuela. Raíz del pan en la noria del trillo. Olor a estiércol y a tahona, y, en mi casa pequeña, el calor familiar, que se extendía a la calle, a los vecinos: éramos todos una familia, con las palabras y las manos tendidas... y la gente cantaba, en el trabajo, en la calle, en la trilla,  en la tierra de labor tras la yunta, en las ventanas de las casas, que estaban adornadas con macetas de flores sobre  "poyaltas" (repisas) de pizarra... 
Mi pueblo es un encuentro con la vida; ojala que la raíz del recuerdo genere la savia viva que llene de verdor las nuevas ramas de este árbol familiar.

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